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Nagano y Matsumoto: Continuando el viaje al corazón de los alpes japoneses

A las buenas tardes!

En el post de hoy dejamos atrás la capital japonesa, Tokio, y nos embarcamos en una travesía por la prefectura de Nagano. En esta zona, a muy poca distancia de los alpes japoneses, se encuentran la ciudad de Matsumoto y los populares enclaves de Kamikochi y la ruta de Nakasendo (Tramo de Tsumago a Magome).

Empezamos!

  • Cómo llegar:

Comenzamos la travesía saliendo de la estación de Tokio hacia la ciudad de Nagano, a unos 245 km de distancia al noroeste de la capital, realizando el trayecto en el Shinkansen (tren bala), que tarda una hora y media en recorrer dicha distancia.

Debido a que esta ruta es muy transitada por los japoneses, especialmente a primera hora de la mañana, es necesario reservar el billete de tren en la oficina de la estación si quieres viajar sentado (trámite que realizamos el día antes de coger el tren). Una vez en la estación se enseña el billete y el Rail Pass al revisor y se accede al andén. La señalización es algo liosa en ciertos andenes, pero lo vital es mirar en primer lugar las pantallas que dicen en qué vía para el tren en el que te tienes que montar, y después el suelo del andén, donde te marca la zona en la que para el tren y el vagón en el que te tienes que subir, y donde tienes que esperar en fila para subir al vehículo.

Dato curioso: todos los trenes tienen nombre en Japón, especialmente los de larga distancia, en nuestro caso montamos en el Shinkansen Hikari (Luz).

  • Nagano: Sede de los juegos olímpicos de invierno y visita al Zenko-ji:

Tras bajar del Shinkansen buscamos la consigna de la estación para dejar ahí las mochilas y exploramos el exterior de la estación de tren de Nagano, que, como muchos edificios de Japón, es una mezcla de tradición y modernidad.

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Una vez orientados, nos ponemos en marcha hacia el Zenko-ji, atravesando su principal vía de acceso (omotesando). El paseo desde la estación de trenes hasta el templo son 30 minutos, y merece la pena hacerlo tranquilamente. Esta calle está salpicada por numerosos santuarios y diferentes estelas y lámparas tradicionales de piedra, en ellas hay inscritas diferentes plegarias de Buda Amida. De camino también podemos encontrar el monumento conmemorativo de los juegos olímpicos de invierno de Nagano.

Tras el paseo nos encontramos de lleno con el recinto del Zenko-ji. Cerca de la entrada podemos recoger gratuitamente un mapa del complejo en inglés que, además de marcar todos los monumentos del templo y sus alrededores, nos explica brevemente su historia.

Desde ahí paseamos entre los diferentes puestos de comida y las estatuas de buda que protegen el templo contra los incendios que, en más de una ocasión, afectaron al complejo. Tras andar un poco más llegamos al Hondo, el salón principal.

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Este salón fue declarado Tesoro Nacional en 1908, en él se encuentra la primera estatua budista que llegó a Japón después de que, en el siglo VI, llegase a Japón. Esta imagen nunca ha sido visible, y la historia cuenta que nadie la ha visto durante mil años y que ni siquiera 37 generaciones de emperadores japoneses han obtenido permiso para verla. En 1720, para acallar los rumores de que la estatua no existía, el Shogun ordenó al sacerdote principal del templo que confirmara su existencia. Fue este sacerdote la última persona que vio la estatua, según cuenta la historia.

Tras depositar el incienso en el gran incensario en la entrada del Hondo, visitamos el salón y paseamos por los alrededores del templo, perfectamente cuidado.

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Aprovechamos también para visitar los alrededores del templo Daikanjin, en su interior se pueden encontrar caligrafías o anotaciones de la historia de Genji, nueve dibujos de importancia histórica sobre la reconstrucción del templo Zenko-ji y otras obras de arte.

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Ya que el tiempo acompañaba recorrimos el complejo visitando los diferentes monumentos repartidos por el mismo. Otra ruta más intensiva invitaba a visitar los altares dedicados a diferentes deidades budistas repartidas por la ciudad, sin embargo no había mucho tiempo para dedicarnos a ello, así que lo dejaremos para la próxima visita.

Tras acabar de ver el templo, volvemos a la estación y cogemos el Express Shinano en dirección a Matsumoto, nuestra siguiente parada.

  • Matsumoto: Primera experiencia en un Ryokan y visita al castillo Matsumoto-jo.

Tras llegar a la ciudad de Matsumoto y orientarnos un poco (ya que no disponíamos de mapas offline en esta ciudad), nos pusimos en marcha a nuestro alojamiento para las siguientes tres noches, un Ryokan o posada típica japonesa.

En estos alojamientos se puede experimentar la parte más tradicional y hospitalaria del país a un precio más que asequible. En nuestro caso elegimos un Ryokan cerca del río, llamado Matsukaze; a pesar de que los dueños no hablaban inglés, conseguimos entendernos con el poco japonés que sabía.

En estos alojamientos el suelo es de tatami y se duerme en los famosos futones, que son, en esencia, un colchón (algo más fino que los occidentales) y un edredón tipo nórdico. Este, además, te dejaba un Yukata (una bata corta para llevar mientras estás en el alojamiento) y tenía un baño típico japonés (con su enorme bañera a 40º donde olvidar todo el cansancio del viaje).

Previo a disfrutar de los encantos del alojamiento, nos ponemos en marcha hacia el castillo de Matsumoto, a través de las calles de esta curiosa ciudad, que tiene un aire moderno y chic difícil de describir con palabras.

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Aparte de este aire, la sensación que tienes al atravesar los diferentes puentes que atraviesan el río de la ciudad, es de estar andando por un anime, algo que me encantó y que sólo viví en Matsumoto.

Tras el paseo a pie hasta el castillo, compramos la entrada y accedemos al recinto principal del mismo. Esta entrada te permite también visitar el museo de la ciudad de Matsumoto, muy cerca de la salida del recinto.

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El castillo de Matsumoto, declarado Tesoro Nacional, es uno de los pocos castillos en Japón que se conservan en su estado original (debido a que el resto fue destruido durante los bombardeos en la segunda guerra mundial). La visita por el castillo (que es a su vez un museo) permite conocer de primera mano cómo era la vida en la fortaleza y los usos que tenía cada sala.

Las vistas desde el último piso del castillo compensan el gran esfuerzo que hay que hacer para subir por sus empinadas escaleras (no aptas para cardíacos).

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Todos los pabellones se pueden visitar, es altamente recomendable esperar hasta el anochecer, puesto que a partir de las 18:00 cuando anochece, el castillo se ilumina, dándole un aspecto completamente diferente.

Tras la visita al castillo recorremos el recinto exterior y, de camino al Ryokan, visitamos la Nawate Dori, una de las calles con más encanto de la ciudad que conserva edificios del periodo Edo. Aquí se pueden comprar dulces típicos y es un buen lugar donde cenar.

Toda la calle está decorada con efigies de ranas, la más grande fabricada en fibra de vidrio por un grupo de estudiantes de la Universidad de las artes de Tokio. Según dice la tradición, la rana te ayuda a que los objetos perdidos vuelvan a ti, es tradición colocar una efigie de rana en el bolso, ya que, según cuentan, te traerá dinero y fortuna.

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Esta calle también es un lugar ideal para comprar juegos de té a buen precio.

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Y hasta aquí el itinerario por Nagano y Matsumoto, espero que os haya gustado la ruta y no dudéis de preguntar las dudas en los comentarios.

Saludetes y hasta el próximo post!

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