Desde Hel hasta Malbork: Travesía de un día a lo desconocido
Continuamos nuestra peculiar aventura por el mar báltico en el mismo punto en el que lo dejamos, de vuelta en la ciudad costera de Gdansk. El último día completo en la ciudad lo aprovechamos para visitar la península de Hel, un gigantesco banco de arena de unos 34 kilómetros de largo y 500 metros de ancho situado a escasos kilómetros de la ciudad.
Nos situamos de vuelta en el casco viejo de Gdansk y junto al río compramos billetes para el ferry que recorre el río hasta mar abierto. Es una travesía de hora y media por mar en el que aprovechamos para ver de cerca los antiguos astilleros de la ciudad, además te brinda la oportunidad de sacar unas fotos espectaculares de la ciudad mientras te alejas hacia el mar.
Una vez en Hel desembarcas en los muelles, avanzando por éstos llegamos a uno de los dos enclaves pesqueros que componen ésta península. El principal es Władysławowo (donde está el muelle), y desde éste punto llegamos a las tres aldeas que se sitúan a lo largo de la península: Chałupy (/tshawupy/), Kuznica (/kuznitsa/) y Jurata (/iurata/). Se trata de un conocido lugar de vacaciones para la mayoría de ciudadanos polacos, excelente para pasar un verano en sus 33 kilómetros de costa de arena blanca. Además, la zona de dunas y la fauna está dentro del marco de protección de la Unión Europea (Red Natura 2000) dada la presencia de la foca gris.
Recorremos los tres pueblos y sus entrañables casitas antes de retroceder y dirigirnos a la costa este por un camino que cruza el bosque de la península. Por aquí podemos encontrarnos con los restos de los bunkeres de la primera y segunda guerra mundial, además de los túneles utilizados por los guerrilleros para moverse de un sitio a otro, por los que se puede entrar libremente (ojo con la cabeza). Avanzando un poco más llegamos al monumento en memoria a las víctimas de la batalla contra los alemanes en 1939, Hel fue el último punto en rendirse, la batalla se volvió tan encarnizada que los bombardeos por poco la convierten en una isla.
Tras visitar el monumento aprovechamos para pasear por la playa y, ya de paso, tomarnos algo antes de continuar la travesía.
De vuelta por las calles de las aldeas de Hel nos decantamos por hacer travesía en tren hasta Malbork desde la estación de la península en vez de coger el ferry de vuelta a Gdansk. Un autobús nos recogió frente a la estación de tren y nos llevó hasta la estación más cercana, después el tren hizo el resto. Fue una decisión que no lamentamos, pues, a pesar de que el viaje es algo más largo tuvimos la oportunidad de cruzar la zona disfrutando de unas vistas espectaculares.
Aquí tengo que comentar una anécdota que puede servir para los viajeros que lean el blog: Si sois jóvenes pedid el billete de estudiantes, que cuesta la mitad. Enseñando el carnet europeo de estudiante (ISIC) puedes adquirir los billetes a este precio, aunque legalmente sólo los estudiantes polacos pueden comprarlos las taquilleras no nos pusieron pegas en ningún momento. El problema viene cuando pasan los revisores, que te pueden hacer pagar la otra mitad que no has pagado con el descuento, a nosotros, a pesar de que nos echó la bronca el revisor (de la que no entendimos ná de ná) no nos hizo pagar.
Tras dos horas de viaje en tren llegamos a Malbork, importante bajaros en la estación principal para poder hacer el recorrido completo por el pueblo y poder ver la estación, un lugar que no tiene desperdicio.
Caminando recto desde la estación (por la parte izquierda de la foto) llegamos a la plaza principal, que nos da entrada al espectacular castillo de Malbork, sede de la Orden Teutónica durante siglos y patrimonio de la humanidad por la UNESCO. El castillo reposa sobre el río Nogat, el brazo este del río Vístula. El edificio principal (Marienburg) fue construido por la Orden Teutónica y fue su baluarte por más de 150 años. La inmensidad del resto del castillo fue construida por etapas desde 1276 hasta 1309, hasta llegar a alcanzar las 21 hectáreas de terreno ocupado por él. El baluarte solo fue tomado por el ejército polaco una vez durante la guerra de los trece años cuando el poder de los caballeros teutones comenzó a flaquear. A pesar de sufrir daños durante la segunda guerra mundial el castillo es tal y como era en el pasado y podemos tardar de 2 a 4 horas en visitarlo completamente.
Debemos comprar tickets en la entrada que vemos desde la plaza, pues sino habrá que dar toda la vuelta hacia aquí (y hay que andar un rato). Dependiendo de la hora a la que lleguéis podréis visitar todos los museos que hay en el interior del castillo, que son unos cuantos, pagando la entrada completa. Nosotros no tuvimos la suerte de hacerlo, pero la visita por todas las galerías fue igual de entretenida sin entrar a los museos interiores.
Al salir del castillo nos dimos una vuelta por el recinto exterior del mismo, visitando la iglesia cercana, y después nos dimos otra vuelta por la plaza, en la que casualmente había fiesta, dado que eran fiestas patronales de Malbork (o al menos eso entendimos), los lugareños nos miraban en plan «¿De dónde han salido éstos?», es de las veces que más observado me he sentido, exceptuando los primeros días en el país, en los que la gente se paraba en seco para mirarnos.
Tras estar un rato en el ambiente y con la música cenamos en un bar cerca de la estación antes de coger el tren de vuelta a Gdansk (tened cuidado con los horarios si no quereis quedaros en tierra).
A la mañana siguiente aprovechamos las últimas horas en Gdansk para visitar de nuevo la calle principal antes de volver a coger el tren de vuelta a casa. En ésta ocasión nos tocó uno de los trenes nuevos, con lo que el viaje fue bastante más cómodo que el de ida.
Y así acaba otra de las escapadas por Polonia, espero que os haya gustado, y si tenéis alguna duda podéis contactar conmigo con los comentarios, estaré más que encantado en contestaros.
Un saludete y hasta el próximo post.